Sobre el escenario prospectivo español que recibe y desdoblará el rey Felipe VI, conviene ser historiador y no profeta. De manera errónea, quizá por la creencia de que todo nuevo ciclo trae adherida una regeneración atmosférica, algunos piensan que la salida de Juan Carlos cambiará el destino de una nación, lo cierto es que bajo el espectro constitucional la figura del rey es testimonial; un árbitro sin poder para aplicar la ley.

 
Lo único cierto es que el ámbito político español se ha debilitado peligrosamente por la preocupante debilidad en el liderazgo del presidente Mariano Rajoy.

 
La llegada de Felipe VI aliviará la mala imagen que en los tres últimos años detonó su padre y agudizó tanto su hermana Cristina como su cuñado Iñaki Urdangarin, pero no podrá hacer nada más: no mejorará el índice de desempleo como tampoco la imagen de la banca; no podrá acabar con la corrupción que coopta al sector político ni dará solución a los Indignados; tampoco podrá manejar las crisis de los dos principales partidos, el Partido Popular (PP) y el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), catalizada por los resultados de las elecciones europeas.

 
En efecto, en el ámbito político, Felipe VI se encontrará con una presidencia cuasi testimonial debido a que Mariano Rajoy, desde que asumió el cargo hace más de dos años, decidió conducir sus energías hacia el área económica, exclusivamente, marginando asuntos políticos como el de la consulta soberanista que el gobierno catalán organizará el 9 de noviembre. Si bien es cierto que la herencia económica que le dejó Zapatero fue bélica, un presidente no puede monopolizar temáticamente su gestión (como lo hizo Felipe Calderón en México). Algo más, para Rajoy, el conflicto catalán es un anatema.

 
Es la ley, la ley, y únicamente la ley la que prohíbe realizar consultas soberanistas, y por lo tanto, lo mejor es no hablar más sobre el tema. Bien.

 
Como se puede intuir, el escenario que hoy toca a Felipe VI recrear, es qué tipo de relación tendrá con Mariano Rajoy. Años atrás supimos que el presidente Aznar sostuvo una relación hiriente con el monarca. La desconfianza, y los vínculos de Juan Carlos con Felipe González, influyeron en el comportamiento de Aznar, un hombre inseguro y con temor de la estela felipista. Se supo que en varias ocasiones el rey intentó viajar a Cuba y Aznar se lo impidió. Ni hablar, se demostró que la monarquía española es testimonial desde hace más de 30 años; el 21 de febrero de 1981, en el tan memorizado intento de golpe de Estado, las acciones del rey fueron importantes después de su silencio que se prolongó durante varias horas. Pero éste fue el último hito histórico/protagónico del rey.

 
El ornamento estético-ideológico del rey Felipe VI estará más cerca de los mileuristas que el de su padre. Las tapas tendrán que sustituir al menú que comúnmente ofrecía Juan Carlos. La época dorada española, contemporánea, ya ha pasado. Hoy, uno de cada cuatro españoles no tiene trabajo; dos de cada cuatro jóvenes menores a los 30 años tampoco lo tienen.

 
Lejos está la época en la que Bruselas le enviaba a España ocho mil millones de euros anuales (144 mil millones de pesos) para mejorar infraestructura, parques y vida urbana. También atrás quedó la intención que tuvo el entonces presidente Aznar de incluir a su país al G7. Durante varios meses promovió una intensa campaña comparativa sobre los fundamentales de la economía de España en relación a Italia. ¿Cómo era posible que la Italia de Berlusconi, con índices de desempleo elevados, pudiera estar en el club de los siete, y España no?

 
La primera tarea que tendrá el árbitro ornamental, Felipe VI, será la de trasladarse a Barcelona para proponer vías tersas al presidente Artur Mas, para no lastimar la relación con Rajoy. Y sobre la relación que tendrá con el presidente, la pregunta está en el aire: ¿Mariano Rajoy aplicará una estrategia diplomática similar a la que optó Felipe González o preferirá, como lo hizo Aznar, arrinconar al rey como si se tratara de una figura ornamental?

 
Por lo pronto, Felipe tiene la ventaja mediática de contar con Letizia a su lado. Un cuento de hadas llegó en el mejor momento a la Casa Real. Con empatía y con rasgos similares a los mileuristas JASP (jóvenes aunque sobradamente preparados), Letizia jugará un papel protagónico fundamental.

 
Letizia podría transferirle al rey una buena cantidad de elementos mileuristas claves. Por lo pronto, lo primero que tendría que hacer el rey Felipe VI es abandonar las páginas de la más cursi de las revistas españolas: Hola.
Cantar a lado de Joaquín Sabina, lo mejor.