La bandera quedó a media asta en la Plaza de la Constitución al recordar a las más de tres mil víctimas del terremoto de 1985. El cielo lucía gris y la plancha del Zócalo no pudo ser alumbrada por la luz natural del sol en este jueves de luto, por los fallecidos hace 28 años, pero también por las 81 muertes hasta ahora reportadas a causa de Ingrid y Manuel.

 

Fue el jueves 19 de septiembre de 1985 a las 7:17 de la mañana cuando un sismo de 8.1 grados devastó a gran parte del Distrito Federal. Casi a la misma hora, el presidente Enrique Peña Nieto encabezó este jueves la ceremonia en el centro de la capital del país.

 

Las botas de los mil soldados que participaron en los honores se quedaron sin brillo; las sombras rodearon al Primer Mandatario cuando la banda de guerra entonó el toque de silencio en señal del luto que perdura por la voluntad de la Naturaleza.

 

El gran ausente fue el jefe de Gobierno del Distrito Federal, Miguel Ángel Mancera, quien prefirió hacer su propia ceremonia en la Plaza Solidaridad, ahí, en la Alameda, donde se derrumbó el Hotel Regis y en cambio se erigió un pequeño monumento.

 

Fueron 10 minutos los que tomó al Presidente de la República rendir honores, en una agenda apretada por los viajes a distintos estados para supervisar las zonas afectadas por las fuertes lluvias.

 

También se dieron tiempo los funcionarios Manuel Mondragón y Kalb, comisionado Nacional de Seguridad; Luis Felipe Puente, coordinador Nacional de Protección Civil de la Secretaría de Gobernación; Vidal Francisco Soberón, secretario de Marina; Francisco Miranda Moreno, general de brigada diplomado de Estado Mayor y Salvador Cienfuegos, titular de la Secretaría de la Defensa.

 

A las 7:27 horas, los funcionarios se perdieron en una hilera de soldados para cruzar la puerta de Palacio Nacional, que desde el viernes pasado permanece cercado por vallas como medida de protección contra los maestros disidentes. Minutos más tarde, la cerca fue retirada y el Zócalo liberado, sólo para que la ciudadanía muestre su apoyo con víveres para los damnificados por las tormentas.

 

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