CIUDAD DEL VATICANO. Ante una multitud de un millón de personas que llegaron a Roma y que solo un quinto logró ver la ceremonia de la doble canonización, dos papas del siglo XX que cambiaron el curso de la iglesia católica, Juan Pablo II y Juan XXIII, fueron proclamados santos por el papa Francisco en la Plaza de San Pedro, bajo el cielo encapotado de Roma.

 

En un aparente mensaje de unidad, Francisco invitó al papa emérito Benedicto XVI quien reapareció vestido completamente de blanco y con su mitra a sumársele en el altar en la Plaza de San Pedro, la primera vez que un papa en funciones y uno retirado celebran misa juntos en público en los dos mil años de historia de la iglesia.

 

El papa teólogo, que fue recibido por un caluroso aplauso y saludado por las autoridades, se sentó entre los cardenales, a la izquierda del altar mayor en el que el papa Francisco ofició el rito de ascensión a los altares.

 

Las reliquias de los dos nuevos santos, una ampolla de sangre de Juan Pablo II y un pedazo de piel de Juan XXIII extraída durante su exhumación en el año 2000 fueron colocadas al lado del altar.

 

La costarricense Floribeth Mora, cuya curación inexplicable permitió elevar a los altares a Juan Pablo II, llevó la reliquia del papa polaco, mientras la de Juan XXIII fue entregada por su sobrino.

 

«Juan XXIII y Juan Pablo II cooperaron con el espíritu santo al renovar y actualizar a la Iglesia, y mantenerla cercana con sus figuras prístinas, esa figuras que los imágenes nos han dado a través de los siglos», dijo Francisco.

 

Elogió a Juan XXIII diciendo que permitió que Dios lo llevara a convocar el Concilio. Celebró el énfasis en la familia que tuvo el reinado de Juan Pablo II, un asunto en el que Francisco también se ha interesado.

 

«Ambos fueron sacerdotes, obispos y papas del siglo XX», dijo Francisco. «Vivieron los trágicos acontecimientos del siglo pero no se vieron abrumados por ellos».

 

Francisco respiró hondamente e hizo una pausa momentánea antes de recitar la fórmula para declararlos santos, como si estuviera conmovido por la historia de la que estaba por formar parte.

 

Tras deliberar, consultar y rezar por la ayuda divina «declaramos benditos y definimos que Juan XXIII y Juan Pablo II sean santos y los incluimos entre los santos, decretando que sean venerados de esa manera por toda la iglesia», afirmó.

 

Con la fórmula pronunciada en latín, Francisco pidió que se inscribiese a los dos papas en el libro de los santos y la multitud que se extendía desde la plaza de San Pedro hasta el río Tíber y más allá rompió en aplausos.

 

El pontífice argentino terminó su homilía pronunciada en italiano pidiendo que «estos dos nuevos santos pastores del Pueblo de Dios intercedan por la Iglesia, para que, durante estos dos años de camino sinodal, sea dócil al Espíritu Santo en el servicio pastoral a la familia».

 

Durante la ceremonia hubo dos lecturas del Evangelio, en polaco e italiano y un salmo leído en italiano, las peticiones universales se realizaron en español, árabe, inglés, chino y francés.

 

Los cantos fueron interpretados por el Coro de la Capilla Sixtina con el organista español Juan Paradell.

 

Con el papa Francisco concelebraron la misa 150 cardenales llegados de todo el mundo y 700 obispos. Además, 870 sacerdotes se encargaron de dar la comunión.

 

El papa terminó la ceremonia saludando a las 93 delegaciones, entre las que había 24 jefes de Estado y gobierno, y entre los que se encontraban los reyes de España y de Bélgica, además de los presidentes de Paraguay, Honduras, El Salvador, Ecuador, Albania, Croacia, y Polonia, entre otros.

 

El Vaticano calculó que unas 800 mil personas vieron la misa en Roma, unas 500 mil en la plaza de San pedro y calles cercanas y el resto a través de pantallas de televisión gigantes que se colocaron en sitios públicos y calles del centro de la ciudad.

 

Del gran despliegue mediático da idea la acreditación de dos mil 259 periodistas, procedentes de 64 países. Se dieron permisos a mil 230 cámaras de televisión de todo el mundo, a 219 fotógrafos, 174 reporteros radiofónicos y 636 periodistas de prensa escrita, a lo que se suman los cerca de 400 periodistas acreditados permanentemente en la Santa Sede.