El mundo de las subastas de arte marcó un nuevo récord histórico cuando el cuadro El Sueño (La Cama), de Frida Kahlo, se vendiera en 54.7 millones de dólares, lo que lo convierte en la pintura más cara vendida hasta ahora por una mujer y por un artista latinoamericano.
El especialista en la obra de Frida Kahlo y Diego Rivera, Luis-Martín Lozano asegura que este es un estatus efímero porque el mercado avanza siempre. “Eso es lo que lo hace tan atractivo ya que aparecen piezas como ésta que en particular no era desconocida para los expertos; aunque es un óleo pocas veces visto”, comentó en entrevista con este medio.
El proceso creativo de Kahlo, a diferencia de lo que se concibe ahora en el arte, no estaba orientado a satisfacer ni un mercado ni un coleccionista ni la fama. Su cometido no era volverse famosa ni ser reconocida como una gran pintora, y desde esa perspectiva, según Lozano, “es la antítesis de Diego Rivera”.
“Pintaba para ella, sus cuadros estaban encaminados a satisfacer sus propias inquietudes; sus obras son complejas, en ellas se cuestiona aspectos de su vida, su biografía, su destino, su deseo de ser tomada en cuenta y, diría yo con un deseo de trascender.
“Y aquí esto es muy importante, porque a Frida le interesa trascender en su complejidad. Es decir, ella no quiere ser una pintora famosa. No hay una separación entre el individuo y su trabajo”, añadió el también investigador.
Desde esa perspectiva, lo que hace atractivas a sus pinturas es esa unidad vivencial, conceptual y creativa.
“Cuando adquieres un cuadro como El Sueño o ves una exposición o un documental o lees sus cartas hay esta unidad en la que, como espectador, accedes al ser humano, al creador y al proceso creativo. Es decir, hay una visión integral entre ella, lo que hace, lo que produce, lo que concibe y cómo lo está concibiendo”.
Así que en El Sueño (La Cama) no tiene un “divorcio de elementos” y habla de cómo ella se
concibe como artista. Desde el punto de vista de la historia del arte esta pieza cuenta con
muchos elementos de información.
“Los cuadros de Frida, por más famosos que se vuelvan en las subastas, nunca persiguieron ese objetivo, per se. Sin embargo, cada uno es el resultado de un proceso de gran empeño, tardaba tiempo en concebirlos, pintarlos y luego cuando los terminaba, se los quedaba por muchos años, regresaba a ellos, los retocaba, los cambiaba, los reintervenía. Hay cuadros que abandonó y nunca más volvió a tocar como hay uno en el Museo Frida Kahlo de la Ciudad de México.
“Esto nos reafirma la idea de que ella no pintaba para vender inmediatamente, porque sus obras no se acomodaban inmediatamente y sobrevivía con dificultad. Al final de su vida tuvo una sola exposición en México”, según Lozano.
Pero a 71 años de la muerte de Frida Kahlo, se marcan hitos en la historia del arte mundial.
“Sus autorretratos son los que mejor se han vendido; ella es una artista regia, compleja, inteligente, culta, inquieta y todo eso está metido en el cuadro del momento”, añade Lozano.
La venta récord de El Sueño ocurrió dos noches después de que la casa de remates de Nueva York lograra otra marca, con Retrato de Elisabeth Lederer, una pintura del artista austríaco Gustav Klimt que alcanzó los 236.4 millones de dólares, lo que la convirtió en la segunda obra de arte más cara jamás vendida en una subasta, récord que ostenta Salvator Mundi, atribuida a Leonardo da Vinci, adquirido por 450 millones de dólares en 2017.
¿Para quién pintó Kahlo El Sueño?
Frida Kahlo no hizo concesiones, nunca pintó para un mercado o para satisfacer a un cliente. Incluso, se quejó en una entrevista de que lo único que el mercado le solicitaba eran autorretratos.
“Lo que es fascinante de este cuadro vendido por 54.7 millones de dólares, es que no fue pensado para el mercado y, sin embargo, es la obra de Frida que marca un hito. Es una unidad conceptual, vivencial, personal, artística y creativa que, como otros, tenía un destinatario específico, Nickolas Muray, con quien llevaban más de diez años de relación”, comenta el profesor de arte, Luis-Martín Lozano.
El Sueño es el cuadro para un amante, amigo incondicional; es un autorretrato que nunca le entrega a Nickolas.
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“Ella le escribe una carta en 1939 donde lamenta mucho decirle que, por urgencias económicas con el proceso legal que está viviendo, tuvo que vender el cuadro y que se lo dio a Misrachi, que se refería seguramente a don Alberto Misrachi Batino, marshal de Rivera”.
Muray, además de ser amigo y amante incondicional de Frida Kahlo, fue su mecenas, a quien le hizo otros cuadros como Autorretrato con el collar de espinas en el cuello y colibrí.
“Él es el eterno vigilante, el que la va a acompañar siempre, el que va a velar por ella hasta en sueños, así que el tema del cuadro subastado en Nueva York el jueves tiene que ver con quién es Nickolas Muray para Frida”, finalizó el profesor Luis-Martín Lozano.
