Hay títulos que causan conmoción. Más aún sus evocaciones, aunque conduzcan, fortuitamente o no, a los espacios más comunes del recuerdo. Pienso en La alegría del padre (Alfaguara, 2023), de la mexicana Didí Gutiérrez, pero sobre todo en Instrucciones para matar al padre (Alfaguara, 2025), la más reciente novela del argentino Gastón García Marinozzi.
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Desde una visión contemplativa y sintiente, dejando de lado la clara referencia freudiana, el autor cordobés ensaya sobre la paternidad, esa que vive él con sus hijos y la que su padre vivió con él, partiendo del duelo al que se enfrenta por la muerte de su padre, prescindiendo de la ritualidad inherente a la orfandad inexorable que significa perder al proteginitor, para echar mano de su propia formación literaria. Escritor al fin.
Escribir en el tiempo
“Creo que uno no escribe para el tiempo que le toca vivir, pero sí escribe en el tiempo que le toca vivir, y, en ese marco, creo que mi generación se está haciendo muchas preguntas alrededor de la paternidad y la maternidad”, cuenta Marinozzi en entrevista con 24 HORAS acerca del panorama literario relacionados con las madres y los padres.
“La literatura juega ese papel de poder, también, ser testigo y plataforma para algunos de estos cuestionamientos. En el caso de muchos escritores y escritoras que están abordando el tema como un trasiego generacional, están haciéndose unas preguntas que antes no se hacían o no se sabían, y esto ha permitido en algunos casos poner algunos nombres a ciertas situaciones que, bueno, no son para nada novedosas, pero el poder nombrarlas o decirlas, sí”, considera.
Risas de velorio
En el recorrido desasosegante que sigue a la muerte del padre uno no espera asirse naturalmente al humor. Pero la escritura permite esos juegos, reírnos en clave de velorio, como diría el propio Gastón García Marinozzi.
“El tono del duelo no puede ser solo dolor. Es el primer componente del duelo, sin duda, pero ese dolor se tiene que ir disipando, sino provoca enfermedades, nos pone en un problema serio. Entonces, ese duelo que dura mucho tiempo, mucho tiempo, está hecho de muchas cosas.
“De dolor, de amor, de humor, de lo cotidiano, de los recuerdos de un partido de fútbol, de una canción. El espectro de la vida es casi infinito. Por lo tanto, el del duelo y la muerte también. En todo ese abanico entra todo eso que le queramos poner: cosas más tristes o cosas más alegres, pero de eso está hecha la vida”, asevera.
Duda, elemento vital
“La duda nos sigue rigiendo la vida, lamentablemente, o por suerte, no lo sé”, cuenta entre risas el escritor sobre la duda, que es un elemento que forma parte de Instrucciones para matar al padre a manera de amalgama entre los muchos temas que retrata.
“Pero en la primera parte (del libro) eso está enfatizado porque es un cuestionamiento que se hace el narrador sobre el hablar con los muertos y hablar de los muertos. Una tarea muy compleja, muy difícil, muy rica, pero la duda es parte de todo eso que puede quedar de esa plática, de esa conversación con los muertos y de los muertos”, agrega.
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Considera que es uno de los elementos primordiales de la primera parte de su libro: la duda, que, afirma, luego se disipa:
“Porque la segunda parte, si se quiere, podríamos decir que es más a tierra, ¿no?, es la crianza de los hijos, de alguna manera. Es una situación que no te permite demasiadas dudas. Digo, las dudas te las guardas, porque a los niños hay que cambiarles el pañal y darles de comer y no puedes quedarte en la filosofía”.
Escribir, esa necesidad
“Seguro seguiré escribiendo, porque necesito seguir escribiendo sobre estos mismos temas que son una obsesión de por vida”, confiesa el también autor de Los lugares verdaderos acerca del punto final en los temas que preocupan y obsesionan.
“Pero al poner el punto final, ahí sí, sentí lo mismo que sintió Paul Auster cuando también puso el punto final de La invención de la soledad, él lo cuenta en ese propio libro, que al acabar de escribir en sus libretas esa novela, sintió que por fin podría enterrar al padre.
“Y yo tuve esa sensación, de alguna manera. Había un tema personal, específico, en el que, al menos, podría poner punto sobre el momento, y eso está muy bien como escritor, porque es calmar una obsesión, darle forma y sacarla a la luz”, concluye.
Coordenadas
Antes de cerrar el telón –la conversación–, habiendo brotado el nombre de Paul Auster a la plática, era inevitable conocer que Paul Auster es una influencia sin precedentes dentro de la literatura de Gastón García Marinozzi.
Pero no es el único. Tiene su patria literaria, cuya conformación enlista a figuras tales como Georges Perec, Philip Roth, además de Auster, claro. Milan Kundera, agrega después. “Jorge Luis Borges y Julio Cortázar, pero por distintas razones”, explica.
“Son autores que siempre están muy cerca. ¡Lucia Berlin!, que es la única mujer que sale en el libro, pero está abriendo el libro, y prácticamente resumiéndolo cuando dice: me gustan los hombres que se despiden de su padre con un verso”, finaliza.
Instrucciones para matar al padre, de Gastón García Marinozzi, se presenta hoy en la Librería Sándor Márai a las 13:00 horas. El autor estará acompañado de Vanessa Romero y Nicolás Alvarado.