En la Ciudad de México, los puestos callejeros de comida representan mucho más que una opción rápida para satisfacer una necesidad básica, sino una conexión entre tradición, economía local y sustentabilidad, siendo esenciales para el sistema alimentario urbano.
Un estudio liderado por Ana Gabriela Ortega-Ávila, profesora de la Universidad Nacional Autónoma de México, y Louise Guiburnet, publicado en la revista Geo de la Royal Geographical Society y en la Gaceta UNAM en diciembre, destaca su importancia en la cultura y dinámica social de la capital mexicana.
Más que antojitos
Los puestos callejeros preservan recetas mexicanas tradicionales como tacos, sopes, tamales y esquites. Estos alimentos no solo son accesibles para la población trabajadora, sino que también mantienen vivas las prácticas culinarias ancestrales.
Según el estudio, su oferta es una alternativa más nutritiva frente a los productos ultraprocesados que predominan en los supermercados.
De acuerdo con las autoras del estudio titulado Los vendedores ambulantes como actores de un sistema alimentario sustentable: El caso de la Ciudad de México, “es deseable que la gente coma suficiente de forma saludable y sostenible, y para que esto ocurra, el entorno debe ayudar”.
Esto refuerza la idea de que los puestos callejeros no solo ofrecen comida accesible, sino que también se alinean con la necesidad de mejorar los hábitos alimenticios de la población al tiempo que fortalecen el vínculo cultural de los habitantes con su entorno urbano, convirtiéndose en símbolos de identidad.
IDENTIDAD CAPITALINA
Los vendedores callejeros fomentan prácticas sostenibles al emplear ingredientes locales. Este modelo reduce el impacto ambiental y le da fortaleza a la economía circular, lo que beneficia tanto a pequeños productores como a consumidores.
En alcaldías de la CDMX como Azcapotzalco y Miguel Hidalgo, más del 55 por ciento de los puntos de venta son informales, lo que deja en claro su relevancia económica.
Su flexibilidad permite atender comunidades con acceso limitado a opciones alimenticias formales al cubrir un vacío dejado por las cadenas comerciales.
Más allá de la comida, según esta investigación, los puestos callejeros son lugares de encuentro social. Desde los atoles por la mañana hasta las quesadillas nocturnas, estos espacios conectan a las personas, creando lazos comunitarios y reforzando el tejido social de la ciudad.
A pesar de su relevancia, los vendedores enfrentan obstáculos como la falta de políticas públicas inclusivas. Según las investigadoras, priorizar a los vendedores callejeros ayudaría a garantizar la seguridad alimentaria y la preservación de una tradición esencial en la CDMX.
La comida callejera no sólo alimenta, sino que refleja la identidad de la Ciudad de México. Reconocer su valor es crucial para construir un futuro más inclusivo, sostenible y conectado con las raíces culturales de la ciudad.
Los Agachados.
A finales de 1800 e inicios de 1900 surgen en la CDMX puestos callejeros de comida, en donde las chimoleras, cocineras, ponían en el suelo sus cazuelas de comida, canastos con tortillas y cántaros de agua, en torno a ellas se arremolinaban los#HiloSabroso pic.twitter.com/XvzW7dZ977
— Olores🍷, Sabores🌮 Y Recuerdos🇲🇽 (@olores_y) February 10, 2022