El fotógrafo brasileño, Sebatião Salgado, fallecido el viernes a los 81 años, dejó un legado innegable de las condiciones del planeta y la humanidad a través de su lente.
El sábado tenía previsto asistir a la inauguración de la exposición de uno de sus hijos en Reims, Francia; sin embargo, el evento se transformó en un homenaje al artista y en el cual estuvieron presentes su viuda Lélia Wanick y sus hijos, Juliano y Rodrigo.
Salgado, autodidacta y también ciudadano francés, dejó un vasto archivo visual fruto de incontables viajes.
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Desde Ruanda hasta Guatemala, incluyendo países como Indonesia y Bangladesh, este artista retrató con una mirada empática las tragedias del Tercer Mundo: conflictos armados, crisis migratorias, hambrunas y explotación laboral. “Vengo de un lugar similar”, solía afirmar, en alusión a su origen.
Su trabajo en blanco y negro, marcado por una estética refinada, no solo capturó algunos de los paisajes más sobrecogedores del planeta, sino que también funcionó como un llamado urgente a su preservación ante la amenaza del cambio climático.
El fotógrafo fue acreedor de premios importantes como el Príncipe de Asturias y el Premio Internacional de la Fundación Hasselblad.
