Aseverar que el periodismo está en crisis es recurrir, a estas alturas, a un lugar común que exige –sí– enunciación y –también– entergarse al bochorno porque la inacción es lo que sigue al grito de auxilio. Basta, sin embargo, que la realidad se ponga a trabajar: hace falta poco más que un asesinato, amenazas de muerte, un concurso de belleza, una viuda y un periodista que desee revolucionar el panorama para que la disciplina en horas convulsas siga sintiéndose viva. Quizá Vicente Alfonso (Torreón, 1977), acaso comprensivo de la situación haya decidido escribir La noche de las reinas (Alfaguara), su nueva novela.
Durante una conversación que el escritor coahuilense concedió a 24 HORAS a propósito de la publicación de este nuevo título, contó que, en efecto, se trata, en este caso, de “una novela que está muy reporteada”, sin importar que se trate de un ejercicio de ficción.
“Pensaba mucho en un ensayo de Juan José Saer, que se llama El concepto de ficción, (en) que fundamentalmente dice, es decir, la tesis central de Saer es que: la ficción no es lo opuesto de la realidad, sino su complemento”, cuenta el escritor.
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“Cuando hay situaciones complejas, en donde uno no se puede limitar a las comprobaciones fácticas, ahí es donde entra la ficción. Entonces, sí, es una novela muy investigada, que abreva mucho de testimonios, de búsqueda en hemerotecas, de conversaciones con personas que estuvieron en ese momento y en ese lugar, porque trata de reflejar la diversidad y la complejidad que tenía México a mediados de los (años) 70”.
Posterior a los elogios para Federico Campbell y Daniel Sada, habiéndose decantado por el primero por su formación periodística, el también autor de La sangre desconocida enuncia algo que no sólo constata una de sus formas de escribir, sino su esencia como autor de este tipo de historias: “Me resulta difícil ficcionar en el vacío (...), tengo la impresión, quizá equivocada, pero así es, de que, cuando uno ficciona en el vacío, empieza a retratarse a sí mismo y no al personaje que está construyendo ”.
Un tiempo que parece no avanzar
“Los personajes, todos, son ficticios, todos son inventados; muchos de los hechos son tristemente reales. La imaginación no me daría para inventar la megadeuda de Coahuila, que es el estado donde yo nací; la imaginación no daría para las complejidades que tenemos como país en este momento”, aseveró el escritor, señalando también que le han hecho saber que hay muchos paralelismos pese al paso del tiempo.
Contó que terminó de escribir la novela hace cuatro años y, posteriormente, la dejó descansar en un cajón. Contrario a lo que pudiera pensarse: en ese tiempo no teníamos, dice él, “la configuración que hoy tenemos, ni nacional ni internacional. Pero sí me llama mucho la atención que, efectivamente, viendo uno hacia el pasado, termina topándose con el futuro.
“Quizá por algo que dice uno de los personajes de García Márquez en Memoria de mis putas tristes, este señor que es decano del periodismo, el profesor Mustio Collado, recuerdo que hay un personaje que le dice: se olvida usted de que el mundo avanza, y el otro le dice: sí, pero dando vueltas alrededor del sol. ¿Qué quiere decir? Que vamos a volver a pasar por el mismo momento y el mismo punto”, reflexiona.
Literatura de ficción, escape a la dureza de los datos
El autor de Huesos de San Lorenzo observa que “por desgracia, la vida contemporánea, las dinámicas de transmisiónd eifnromación, nos obliga a contenidos cada vez más breves. A veces sólo transmitimos datos duros: en un enfrentamiento murieron tantos civiles, etcétera, hablamos de cifras y porcentajes y se nos olvida lo que de humano tiene”.
Por ello, considera, “la narrativa tiene esa cualidad (de sensibilidad), que nos da, además de datos, sensaciones, miedo, el hilado fino de la realidad y nos hace evocarlo. Entonces, creo que, quien se da el tiempo para leer crónicas, o novelas, o cuentos, o incluso poemas y ensayos, tiene esa predisposición a decir: yo no necesito el dato nada más, necesito esa empatía que nace del saber que esto fue vivido por otra persona”.
(Como ancla, algo que alguna vez me contó su colega y amigo Geney Beltrán: “la ficción logra lo que la razón no”.)
Escapar al tremendismo, observar con distinción
A partir de Guerra en el paraíso, de Carlos Montemayor, que recuerda haber leído junto a su esposa, Iliana Olmedo, cuando vivió en Guerrero, medita sobre la idea del tremendismo.
“Sí hay una función de las novelas y de la narrativa: cuando se instalan estas versiones oficiales de lo ocurrido, creo que es muy necesario construir también memorias alternativas –eso lo dice una socióloga argentina que se llama Elizabeth Jelin–.
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“No sabemos en este México convulso, lo que estamos escribiendo tanto periodistas como novelistas, cómo va a contribuir. No necesariamente desde la perspectiva jurídica: puede ser en la memoria colectiva, en la formación de ciudadanos críticos”, espeta.
Tiene claro que hay dos formas de verlo: el estímulo del morbo o mirar estas novelas que tocan estos temas como “un laboratorio de la realidad” para “acercarse la realidad con una perspectiva y una conciencia crítica”.
Devoción latinoamericana… y sinaloense
Vicente Alfonso se declara lector y devoto de Gabriel García Márquez y Mark Twain. Quizá porque la devoción, por su entrega total, no puede ser repartida en tantas partes. Por sobre todo, es un gran lector del Boom latinoamericano y de muchas autoras y autores.
La noche de las reinas es una muestra clara de las influencias, pese a su brevedad. “Esta novela abreva de tradiciones muy distintas, y honra tradiciones muy distintas”, aclara.
“Son varias tradiciones las que se cruzan aquí. Estos periodistas que hicieron novelas, como doña Elena (Poniatowska), como Vicente Leñero, como Federico Campbell. Y también hay una tercera tradición, que es la literatura del norte, y que, específicamente, yo quise poner mucha presencia, honrar este norte literario que es muchos nortes, y que en esta novela en específico honra la literatura sinaloense, la tradición que sigue el maestro Elmer Mendoza”, cuenta.
“No podemos negar que el norte existía y tenía una tradición literaria muy sólida. Inés Arredondo es una cuentista, y es de Sinaloa (...); Juan José Rodríguez, que es un narrador mazatleco, y que ha retratado como nadie la historia de Mazatlán, en novelas como Asesinato en una lavandería china.
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“Me interesaba mucho abonar a esta provincia literaria que es Sinaloa. Miguel Tapia Alcaraz recientemente sacó una novela estupenda que se llama Del famoso y nunca igualado corrido del Quicón Uriarte, que abona mucho a que comprendamos que lo universal no está solo en los grandes clásicos, sino en estas gestas que son los corridos que circulan por la sierra contando pasajes importantes de la memoria colectiva”, asevera.
Finalmente, fiel a la genealogía periodística que la ha formado como escritor, dijo tener “esa” asignatura pendiente, propuesta por uno de los grandes escritores mexicanos. “Como solía decir Vicente Leñero, que aconsejaba siempre escribir novelas que fueran difíciles de escribir para que fueran fáciles de leer”, confiesa. Escribir, pues, para ser leído y recordado.
Vicente Alfonso presentará La noche de las reinas este viernes 08 de agosto a las 19:00 horas en la Librería Mauricio Achar. Al autor le acompaña la escritora Eve Gil.