Los signos de los impactos del cambio climático son cada vez más marcados a nivel continental. El riesgo a la biodiversidad va en aumento, y la comunidad científica mundial a través de sus modelos de alta precisión nos muestran escenarios críticos por el incremento de la temperatura global.
Las huellas: los glaciares en el mundo están perdiendo hielo en forma acelerada, y con ello, una fuente importante de agua se esfuma como ocurre en Kazajistán (noveno país más grande del mundo y cuya mayor parte de su territorio se ubica en Asia Central). Y las costas mexicanas de Campeche, Quintana Roo y Tabasco tendrán un aumento de hasta dos metros del nivel del mar, propiciado por una cavidad en el glaciar Thwaites de la Antártida, a consecuencia del deshielo. En tanto, en Europa, por décadas con predominio a temperaturas frías, en los últimos años los veranos son más calientes y prolongados, como pasó en 2018 en Alemania. Y en los continentes de África y América, cada año se padecen extensos periodos de sequías y temperaturas cada vez más altas, impactando severamente al sector agrícola y marítimo.
Pero en las metrópolis este fenómeno no está exento, ya que también se enfrenta el reto del cambio climático, que no sólo afecta a nivel ambiental, sino a la infraestructura urbana y a la economía. Por ejemplo, en la Ciudad de México, el ciclo de lluvias cada vez es más corto, pero al año se presentan algunas precipitaciones con grandes volúmenes de agua que provocan inundaciones y serias afectaciones a las vialidades, viviendas, redes de drenaje, sistemas eléctricos y hasta cobrando víctimas mortales.
Todo esto sin tomar en cuenta que los periodos de altas temperaturas aumentan el consumo de agua en la CDMX, y con ello se eleva la sobreexplotación del acuífero y, en consecuencia, los hundimientos del subsuelo se aceleran vulnerando al equipamiento urbano. En suma, los riesgos económicos son muy altos por el cambio climático.
En el país, las autoridades han impulsado planes de mitigación y adaptación a este fenómeno, que en el caso concreto de la CDMX, los expertos ambientales aseguran que las ciudades consumen hasta 80% de la energía producida en el mundo, y por consecuencia son los responsables de un porcentaje similar de las emisiones de bióxido de carbono (CO2) –cuyos gases provocan el calentamiento global-, en el que el transporte (público y privado) es la principal fuente de estas emisiones por la quema de combustible fósil.
Y al respecto, vale recordar que el 5 de junio de 2014 se puso en marcha el Programa de Acción Climática de la Ciudad de México (2014-2020), diseñado con 73 acciones interinstitucionales, y con un objetivo fundamental: incrementar la calidad de vida a través de un desarrollo sustentable con baja intensidad de carbono; es decir, se busca reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.
Si bien los ejes estratégicos de este programa apuntan a una transición energética urbana y rural, contención de la mancha urbana, mejoramiento ambiental, recursos y sustentabilidad, resiliencia, educación y comunicación e investigación y desarrollo, aún no sabemos en qué medida estamos cumpliendo con estos objetivos, pues la realidad de la ciudad nos muestra que los avances son pírricos. La anarquía en el crecimiento de la mancha urbana sigue devorando superficie natural y de recarga del acuífero, y en el terreno energético, el combustible fósil mantiene un dominio abrumador.
Según este programa, en 2020 se espera alcanzar la meta de mitigación directa de aproximadamente ocho millones de toneladas de bióxido de carbono y un potencial de mitigación indirecta de dos millones de toneladas de CO2. Y de lograrse esta meta, representaría una disminución –de acuerdo al programa– de aproximadamente 30% de las emisiones acumuladas en el periodo vigente.
Lo desafortunado de estos planes es que con los cambios de Gobierno, no se tiene certeza de la continuidad, en caso de que el programa se estuviera aplicando en tiempo y forma, y hasta ahora las autoridades capitalinas no han informado dónde vamos, qué avanzamos y si al cumplirse los seis años de trabajos de estos lineamientos vendrá otra iniciativa diferente o sólo se le añadirán nuevos objetivos.
El cambio climático nos sigue rebasando.