A fines de 2001, cuando gobernaba el entonces DF, Andrés Manuel López Obrador, éste fue invitado a una cena con miembros de la comunidad judía, y durante la reunión, el hoy Presidente de la República les dijo a sus interlocutores: “En 2020, el Distrito Federal se quedará sin agua potable”. Y un destacado ingeniero le respondió de inmediato: “No, usted no puede decir eso. Lo que tiene que decir es cómo sí tendremos agua para las próximas décadas y qué proyectos tiene para ponerlos en marcha”.
Si el comentario de hace 18 años fuera profético, entonces la Ciudad de México debería estar a punto de enfrentar una catástrofe hídrica el próximo año. Lo cierto es que ni el Gobierno de aquel entonces impulsó grandes proyectos hidráulicos para la ciudad, ni tampoco se ha agotado el acuífero somero (de donde proviene 70% del abasto) ni se han secado las siete presas del Sistema Cutzamala. Y que hay que precisar que ambas fuentes de abasto también benefician a municipios del Estado de México.
Aunque sí hay que reconocer que existe una seria crisis de desabasto en toda la ciudad, la cual ha sido reportada por el INEGI en los últimos años, y el Sistema de Aguas de la Ciudad de México asegura que sólo en 10 alcaldías existe desabasto, y de éstas en tres demarcaciones el impacto es mayor: Iztapalapa, Magdalena Contreras y Tlalpan (donde se concentra una población de casi dos millones de habitantes), que no tienen servicio regular del líquido todos los días y dependen del tandeo y pipas.
Queda claro que la sobreexplotación del acuífero cada vez agrava más la escasez de agua junto con las interminables fugas en las redes, en las que, según expertos, se nos va 40% del abasto de agua.
¿Pero qué se ha hecho para ayudar a la recarga artificial del acuífero? En los últimos años los expertos han recomendado la creación de presas de gavión (que entre otras funciones ayudan a la infiltración de agua y recarga del acuífero) en el suelo de conservación de la ciudad, así como la construcción de pozos de absorción, y se han hecho, pero las invasiones al área natural y la falta de mantenimiento provocan que se tapen los pozos, y esto genera una incertidumbre sobre qué volumen de agua se recarga al subsuelo.
Otro dato interesante, pero también desalentador hasta ahora, es que se han realizado proyectos para el tratamiento de aguas residuales y reinyectarlas al acuífero; es decir, una recarga artificial. Pero qué ha pasado; faltan plantas para tratar el agua hasta la potabilización y reintroducirlas a través de pozos al manto freático. Tal vez hasta ahora la planta piloto que ha cumplido este objetivo es la ubicada en el Cerro de la Estrella que inyecta el agua tratada, ya potable, en volumen de aproximadamente 20 litros por segundo a una profundidad de 300 metros. Lo deseable, dicen expertos, es que la recarga artificial al acuífero debería ser a una escala de 10 mil litros por segundo. El reto es muy grande y se requiere mayor infraestructura y altos presupuestos.
¿Pero qué más falta? Según los especialistas, no hay terrenos en las alcaldías para construir más plantas de tratamiento de aguas residuales con fines de lograr la recarga artificial del acuífero. La ciudad está muy densificada, y esto imposibilita que el Gobierno tenga espacios para estos fines, y si los hay, los destina a otros fines sociales.
Sin embargo, en este tema del tratamiento de aguas se requiere que el Estado de México haga su parte, y construya sus plantas y también ayude a recargar el acuífero. Y otra tarea pendiente es que la Conagua combata los pozos privados irregulares. Queda claro que el problema no sólo es de la CDMX, ya que hace falta un plan maestro hidráulico metropolitano con reglas precisas de operación.
La sobreexplotación del acuífero es grave, la ciudad se hunde y se agrieta y cada vez nos hace falta agua. Las fugas también siguen y faltan inversiones multimillonarias. ¿Por dónde atacar el problema?