En México, el 7% de las empresas familiares logra llegar a la tercera generación de sucesión, ya que en el desarrollo de la unidad económica entre los integrantes de la familia, se omite la implementación de buenas prácticas que coadyuven a su permanencia en el mercado.
Y es que, ante la ausencia de procesos de institucionalidad, profesionalización y sucesión, impiden que las empresas familiares prosperen en mayor medida, más allá de la primera generación.
De acuerdo con el informe “Nivel de progreso de las empresas familiares para lograr su continuidad y armonía”, en el país sólo el 69% de dichas unidades económicas que iniciaron operaciones llegan a la primera generación; el 24% logra extenderse a una segunda generación; y únicamente el 7% sobrevive a la tercera generación y posteriores.
De acuerdo con el estudio realizado por el Centro de Investigación para Familias de Empresarios, CIFEM-BBVA del IPADE Business School, se observó que en tres años, entre 2019 y 2021, se redujo el porcentaje de empresas familiares que cuentan con procesos sucesorios.
Alfonso Bolio Arciniega, profesor de las áreas de Factor Humano y Empresa-Familia del IPADE Business School, consideró que la pandemia disminuyó la planeación de sucesión al interior de las empresas familiares, ya que su principal prioridad se concentró en vigilar que sus negocios sobrevivieran a la crisis sanitaria.
No obstante, enfatizó en la importancia de no cuidar dicho aspecto, con el objetivo de asegurar que la empresa prospere más allá de los fundadores.
El académico refirió que en México, las empresas familiares son un motor para la economía, ya que entre el 85% y 95% de las unidades económicas son familiares; generan entre el 70% y el 90% del empleo del país; además, aportan entre el 50% y el 80% del Producto Interno Bruto (PIB).
LDAV