En Ecuador escalaron las demandas, los temores y la violencia. El presidente Guillermo Lasso admitió temer su destitución y los inconformes indígenas no solo tomaron las calles de la capital Quito, sino que, tras advertir al mandatario con quitarlo del cargo, intentaron irrumpir al Congreso.
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En una de las jornadas más intensas en el país (llevan 11 días de tensión), la Policía utilizó bombas de gas lacrimógeno para dispersarlos y evitar que entraran.
Horas antes, tras afirmar que los opositores querían derrocarlo, el derechista Lasso les había permitido ingresar a la emblemática Casa de la Cultura, un lugar simbólico para los pueblos originarios que desde el 13 de junio estuvo requisada por uniformados.
Pero una nutrida facción de los manifestantes avanzó luego hacia la Asamblea Nacional, ubicada a pocos metros y custodiada por un cordón de militares y policías que los indígenas intentaron quebrar.
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El líder de las manifestaciones, Leonidas Iza, se vio sorprendido mientras daba una entrevista que fue interrumpida por las fuertes detonaciones. “Eso es una mala señal realmente.
Habíamos pedido a nuestras bases que simplemente podamos hacer una marcha pacífica”, declaró Iza, presidente de la poderosa Confederación de Nacionalidades Indígenas (Conaie).
Unos 14 mil manifestantes se movilizan en varios puntos del país para exigir alivios frente al elevado costo de vida, encarecido por el alza de combustibles.
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Bajo la consigna “fuera, Lasso” miles de inconformes mantienen el pulso en las calles de Quito desde el lunes, mientras el gobierno cede a cuenta gotas.
Reducir los precios del combustible como claman los indígenas le costaría al Estado más de mil millones de dólares al año. Lasso lo considera inviable y califica la protesta como una tentativa para derrocarlo. Tres presidentes dejaron el cargo entre 1997 y 2005, ante la presión social.
CON INFORMACIÓN DE AGENCIAS
LEG