El 25 de septiembre de 2015 la Asamblea General de la ONU adoptó la conocida Agenda 2023 para el Desarrollo Sostenible, definida como “un plan de acción a favor de las personas, el planeta y la prosperidad, que también tiene la intención de fortalecer la paz universal y el acceso a la justicia”. A ocho años de establecida, ¿qué se puede decir todavía de esta agenda que en su nombre alude al 2023, el cual está a siete años de distancia?
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Aunque en un principio 15 años para una agenda que plantea 17 objetivos y 169 metas “de carácter integrado e indivisible que abarcan las esferas económica, social y ambiental” no sonaba completamente inverosímil según los estatutos planteados, vista en retrospectiva, la legitimidad del proyecto se ha ido desvaneciendo. Esto último pese a que los Estados miembros de ONU declararon que: “Estamos resueltos a poner fin a la pobreza y el hambre en todo el mundo de aquí a 2023, a combatir las desigualdades dentro de los países y entre ellos, a construir sociedades pacíficas, justas e inclusivas…”, entre otras cuestiones.
Se comunicó, cuando se publicó el documento, que los 17 objetivos que componen la Agenda “se elaboraron en más de dos años de consultas públicas, interacción con la sociedad civil y negociaciones entre los países”. Es decir, no fueron decisiones deliberadas, sino completamente estudiadas, pues “[la agenda] implica un compromiso común y universal”, aunque “los Estados tienen soberanía plena sobre su riqueza, recursos y actividad económica, y cada uno fijará sus propias metas nacionales”, pero siempre apegados a los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Dentro de los objetivos encontramos: Fin a la pobreza, Hambre cero, Salud y bienestar, Educación de calidad, Igualdad de género, Agua limpia y saneamiento, Energía asequible y no contaminante, Trabajo decente y crecimiento económico, Industria, innovación e infraestructura, Reducción de las desigualdades, Ciudades y comunidades sostenibles, Producción y consumo responsables, Acción por el clima, Vida submarina, Vida y ecosistemas terrestres, Paz, justicia e instituciones sólidas y Alianzas para lograr los objetivos.
Finalmente, aunque se atribuye a la pandemia la mayoría de la ralentización o retroceso en el desarrollo, lo cierto es que los pasos ya se veían opacos desde tiempo atrás. A propósito, en un análisis más hondo, la UNAM rescata un texto de la revista Nature en el que se apunta que: “Es probable que sólo alrededor del 12% de los objetivos se cumplan antes de la fecha límite, y en alrededor del 30% el progreso se ha estancado o ha retrocedido. Se estima que en 2030, 575 millones de personas seguirán viviendo en la pobreza extrema. Para entonces, es probable que el mundo también haya incumplido el objetivo de limitar el calentamiento global a 1.5°C con respecto a las temperaturas preindustriales, que se acordó en la Cumbre Climática de París de 2015. Y si seguimos la trayectoria actual, las brechas de género y la discriminación no se eliminarán hasta dentro de 286 años.” El camino aún es largo.