De Gabriel Zaid se decía que era un heterónomo de Octavio Paz, quizá por lo que les unía como intelectuales o por los intereses compartidos (como la poesía de la India). O que el “Zaid” no era sino una divertida manera de re-escribir el común apellido Díaz, pero al revés. No hay cese a la imaginación, pues hasta hoy, a un día de su 90 aniversario, se siguen esgrimiendo imaginarios sobre su persona.
Aún cuando sobran las especulaciones, se sabe lo suficiente del misterioso escritor que muy pocas ocasiones se deja ver en público, incluso su esposa era quien asistía a los homenajes de los que ha sido objeto.
Sus padres, inmigrantes palestinos, arribaron a México a principios del siglo XX; que se graduó del Tecnológico de Monterrey; y que nació en Monterrey, el 24 de enero de 1934.
Pese a lo que se sabe, su alejamiento de cualquier espacio público es tal que apenas si existen registros tangibles –y ya no digamos comprobables– de su persona. Una de esas pruebas borrosas es la fotografía de una reunión de 1975, en la que miramos el cuerpo de quien suponemos es Gabriel Zaid, empero, el rostro del sujeto está escondido detrás de un número de la revista Plural. La leyenda continúa. No hay, en realidad, mucho más. Acaso testimonios de personas que tuvieron con él algún tipo de contacto, de los cuales se podrían recoger pruebas de poco o nada, porque aquellos actores de esos encuentros ahora están muertos o son de plano inhallables.
Es preciso apuntar, sin embargo, que esa ausencia y distancia del escritor de todo lo público, –y por tanto de cualquier evento que pudiera facilitar alguna de sus intervenciones–, permite que lectoras y lectores de su obra observen desde otro lugar y puedan crear entonces su propia versión del autor y conversar con él a través de sus versos y de esas ideas ingeniosas de qué están hechos sus ensayos.
No es descabellado apuntar la probabilidad de que su oficio poético sea lo que le permita hacer inteligible aquello abrumador y complejo de su universo creativo. Su escritura, en este caso, es algo como una metamorfosis que hace de lo gris un faro de compresibilidad e interés genuino. Aunado al oficio de vate, la agudeza de sus críticas en toda disciplina que fuera su interés: la literatura, la economía (que acaso es la que presenta más detractores), la educación, el progreso, la política.
De este poeta e ingeniero fuera de lo común, pueden recogerse, entre otros, títulos como Seguimiento, Reloj de Sol, Los Demasiados Libros, El Progreso Improductivo, La Poesía en la Práctica y Dinero para la Cultura. En ellos, a través de su visión pragmática y sagaz, proveniente de su formación como ingeniero y su lúcida mirada, presenta una muestra distante y por tanto reveladora de cualquier acontecimiento que merezca ser descrito a través de la palabra.
En su cumpleaños 90, se realizará el conversatorio El mundo de Gabriel Zaid, mañana en el campus Ciudad de México del Tec de Monterrey, a las 11 horas. Participarán en la charla Enrique Krauze y el crítico literario Christopher Domínguez Michael.