Hoy se cumplió una década de que 43 Normalistas de Ayotzinapa desaparecieron; 120 meses de que padres han recorrido un camino cuesta arriba
Foto: Miguel Martínez | Este día se llevó a cabo una marcha por el décimo aniversario de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa  

Hoy se cumplió una década de que 43 Normalistas de Ayotzinapa desaparecieron en Iguala, Guerrero; 120 meses de que sus padres han recorrido un camino cuesta arriba en pos de una verdad y una justicia que los elude, no porque ellos no la merezcan, sino porque el Poder se las escatima.

Hoy, pese a una lluvia persistente y engorrosa, de gotas gordas que empapan de a poco, cientos de normalistas, activistas y ciudadanos arroparon a los padres de los jóvenes desaparecidos hace 10 años la noche del 26 al 27 de septiembre y cuyo paradero, pese a sus esfuerzos, aún desconocen.

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Ayer, a los dignos y potentes reclamos de las Madres y Padres, se sumaron las voces de cientos de normalistas y jóvenes, en cuyos rostros se notaba que, al menos, la mitad de su vida de alguna manera ha estado atravesada por la palabra “Ayotzinapa” para gritar durante casi 2 horas de marcha “¡Vivos se los llevaron! ¡Vivos los queremos!”.

Fue una movilización del Ángel de la Independencia al Zócalo capitalino, se podría decir sin incidentes pero desde el inicio el llamado “Bloque Negro” arremetió contra los vidrios de varios establecimientos sobre la ruta, como si la destrucción de propiedad privada con palos, tubos, palas y patadas tuviera mayor fuerza simbólica por su estruendo que los reclamos de decenas de padres que no se han visto reflejados en los ojos de sus hijos.

La movilización tuvo varios momentos intensos, uno de ellos, al cruce de Reforma y Juárez, cuando en el Antimonumento los esperaban madres buscadoras, con pancartas con las fichas de búsqueda de sus familiares.

Tras un breve intercambio de saludos y solidaridad los padres continuaron su andar y dejaron tras de sí un nuevo memorial con las fotografías de sus hijos, como un nuevo recordatorio, permanente al Gobierno: sus hijos aún no vuelven a casa.

Otro, cuando llegaron ante las barreras de concreto que colocó el Gobierno -según este para protegerse de “conservas” que se cuelan en el movimiento y buscan dañar los monumentos, pero limitan la movilidad- y los papás se organizaron y entraron uno por uno, ejemplo que siguieron los cientos que marcharon con ellos.

Pasada esa barrera, entraron a un Zócalo que parecía un páramo, los recintos vallados, los negocios con las cortinas abajo, pocas almas en la zona, un silencio pesado que fue roto por los gritos de los jóvenes normalistas, quienes a voz en cuello exigían la aparición con vida de sus compañeros.

El mitin fue duro. La decepción, molestia y cansancio ante la retórica del presidente Andrés Manuel López Obrador se hizo patente: 2 veces lo llamaron traidor.

Ambas a su palabra y la confianza que ellos le tenían. Los reclamos tuvieron un gran eco, el silencio del Zócalo los magnífico, como caja de resonancia.

Los reproches no variaron: que el Ejército entregue información que ellos consideran hace falta para esclarecer el caso, que no se les acuse de ser manipulados o “agentes” de organismos internacionales, “demonios” con los que quizá vive López Obrador, o que les sigan dando “atole con el dedo”.

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Y, aunque el “bloque negro” lanzó petardos, quemó objetos y hasta amanezco con pistolas eléctricas en un rincón del Zócalo, la atención no se desvío de los padres, quienes, en voz de una de ellos dijo:

“Aquí estamos los necios de siempre, porque nos asiste la verdad, y la razón”.

Y esas 2, ante la retórica presidencial o la violencia gratuita de algunos, siempre se abren paso pero ¿Cuándo llegarán? Porque ya pasaron 10 años.

EAM