Había una vez un país que tenía que luchar todo el tiempo en contra de la deflación, que a pesar de ser una de las grandes economías del planeta, tenía que incentivar el consumo interno con dinero gratis.
No propiamente regalado, pero Japón no cobraba una tasa de interés por el dinero que prestaba y eso ayudaba a comprar bienes a crédito para sus ciudadanos, pero también alentaba a los participantes de los mercados a pedir yenes prestados y correr a otros mercados donde les daban muy buenos rendimientos por invertir.
Por ejemplo, el mercado mexicano y sus pesos que tienen un premio del 11% y con una moneda que solía ser estable.
Entonces, pedir yenes prestados sin interés y prestar al gobierno mexicano pesos al 11% era un gran negocio, o a cualquier otro mercado, hasta que Japón le puso un costo a su dinero.
Esto solo explica una parte de la volatilidad que hemos visto.
Más importante quizá es la señal que da la economía de los Estados Unidos y la posibilidad de que pudiera caer en recesión.
La Reserva Federal de los Estados Unidos (Fed) asumió una política monetaria restrictiva que apuntaba a que el principal problema era la alta inflación y no una eventual desaceleración hasta los datos negativos.
Pero los números más recientes, en especial las cifras de empleo apuntan a una baja más acelerada que podría implicar cambios en el nivel de las tasas de interés de la Fed, ya no para evitar sino para aliviar una recesión. Eso es otro panorama.
Y como complemento para el nerviosismo internacional, la situación geopolítica en el medio oriente abre la puerta a un conflicto regional con posibles implicaciones globales entre Irán e Israel.
En medio de esta tormenta, que ha llevado a la moneda mexicana de vuelta a cotizaciones frente al dólar por arriba de los 20 pesos, ¿vale la pena que el gobierno entrante de Claudia Sheinbaum permita que el presidente saliente López Obrador le eche combustible al fuego que ya existe en los mercados?
La motivación de buena parte de las iniciativas de cambio constitucional que mandó el Presidente saliente no tiene la intención correcta y es seguro que el equipo entrante tiene claridad de los efectos negativos que tendrían sobre sus posibilidades de tener un gobierno exitoso.
El castigo de los mercados si se aprueba la reforma al Poder Judicial en los términos autoritarios y rencorosos que quiere López Obrador será inmediato y llegaría en momentos de inestabilidad global.
Porque si algo queda claro es que no se resolverán pronto las dudas de los mercados respecto a la economía estadounidense y estarán los capitales muy sensibles ante los focos rojos globales.
Continuidad no significa suicidio político de un gobierno que todavía no inicia. Se pueden hacer cambios trascendentes en el poder judicial o en muchas materias de la vida pública sin tanto rencor y con una motivación correcta.
Pero si el siguiente gobierno no hace algo antes de que López Obrador queme las naves como pretende en su salida rumbo a Palenque, estamos en la antesala de un sexenio que empezará con una crisis financiera importante.
@campossuarez