Miriam Castillo

En Puebla el 14 de junio se aprobó una modificación al código penal. Algunos medios y organizaciones sociales la llamaron “ley de ciberasedio”. Fue publicada en el periódico oficial del estado.

Aunque llamarla ley quizá es un término generoso. Lo que se publicó fue una modificación al artículo 480 del código penal. Se agregaron 9 líneas que tipifican el delito de “ciberasedio”.

Las modificaciones legales buscan castigar a quien “insulte, injurie, ofenda, agravie o veje a otra persona, con la insistencia necesaria para causarle un daño o menoscabo en su integridad física o emocional”, según lo publicado.

Pero, ¿a qué se refiere cuando decimos “ofenda o agravie”?,  ¿quién será quien determine la ofensa? En nueve líneas difícilmente vamos a lograr que el delito se catalogue y se especifique claramente como recomiendan ciertos criterios internacionales.

¿Cuánto es una “insistencia necesaria”? La ambigüedad es problemática tanto para la sobreregulación como para quienes sean víctimas.

En general, las críticas pocas veces son recibidas con fanfarrias. A nadie nos alegra particularmente que nos enseñen nuestras costuras y nuestros errores, pero idealmente ayudan a construir estructuras, gobiernos o personas más sólidos, mejores y con menos carencias.

O no. A veces una crítica solo apunta a las cosas que se hacen mal, sin ningún sentido más profundo, solo apuntando lo que está mal o lo que molesta o lo que resalta.

Poder expresarla es un derecho y una garantía que no estoy segura si hemos terminado de aquilatar. Y perder ese espacio o diluirlo es preocupante.

La organización Artículo 19 advirtió que este debate es un riesgo para la libertad de expresión, remarcó que la Corte Interamericana de Derechos Humanos ha remarcado que algunos de los rasgos sobresalientes de la libertad de expresión tienen que ver con el derecho que necesita protegerse sobretodo cuando “la información que resulta favorable, indiferente o inofensiva, como aquella que resulta chocante, inquietante u ofensiva para el Estado o la sociedad”.

El problema es quién va a determinar que algo ofensivo termina siendo eso. En México (y para ser justa, en muchos otros países) tenemos algunos años lidiando con las críticas al gobierno y la capacidad de recibirlas. Porque dependiendo del bando donde se reciben, son ataques de una oposición o señalamientos válidos y la reacción es la incapacidad de un sector de perder sus privilegios.

Como sea, hay una nula capacidad de recibir señalamientos de cualquier tipo y con ello también perdemos una capacidad de tener autocrítica y la posibilidad de construir o mejorar lo que ya existe a partir de otras visiones distintas a la nuestra.

Y aquí la duda genuina. Si a partir de ahora los caminos son cada vez más estrechos para hablar y opinar, ¿dónde encontraremos la disidencia?.

Hay focos rojos que se prenden de a poco y tenemos que prestar atención antes de que la posibilidad de hacer algo, o decir algo, sea borrada por completo.

 

      @Micmoya

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