La importancia de la Inteligencia Artificial para nuestra vida cotidiana es de la misma relevancia que en su momento significó la llegada de internet. Y en México estamos posponiendo el debate para su regulación y suena a que llegaremos demasiado tarde.
La inteligencia artificial tiene el mismo potencial para mejorar nuestro entorno como para ponernos en riesgo con el manejo de datos personales, el control de armas y la toma de decisiones con un algoritmo sesgado. Podría delineará también nuestra manera de interactuar con los dispositivos, con el entorno y con la sociedad misma.
Esta es una advertencia que tiene tiempo haciéndose y que la llegada de DeepSeek y con ello la posibilidad de tener un crecimiento más acelerado y barato de la Inteligencia Artificial se ha vuelto todavía más apremiante.
A pesar de ello, las acciones de gobierno para regularla y ponerle un contexto son pocas y aisladas. El Estado mexicano más bien reacciona al mercado y parece estar esperando a que la realidad llegue y a partir de algo que ya tengamos encima, irremediablemente, legislar.
Si bien hay pocos gobiernos que ya hayan logrado diseñar una regulación, iniciaron un debate hace al menos un par de años. Han participado expertos en diversas disciplinas todos conscientes de los retos tecnológicos, humanos y éticos que vienen. En México las discusiones son apenas anecdóticas.
El gobierno de Estados Unidos aprobó una regulación en 2023 y el Parlamento Europeo recientemente en 2024 aprobó una ley de inteligencia artificial. Ya hay planteamientos acerca de cómo se regula a quien programa la inteligencia y qué pasará cuando sea ésta misma la que se diseñe, corrija y programe.
En el poder legislativo mexicano la discusión está muy lejos de ser relevante. Hasta ahora solo se han mencionado un par de circunstancias en publicaciones sin un ejercicio real para convocar a quienes podrían regular a la IA.
El problema real en la legislación es que sería un absurdo prohibir cualquier ejercicio o interacción con la IA. Si le damos el contexto y el uso adecuado, podría acelerar procesos y mejorar avances pedagógicos, en tecnología y quitar la carga de trabajos mecánicos.
Un ejemplo de su utilidad está en la Coordinación de la Universidad Abierta y Educación Digital de la UNAM, donde aprovecharon la función de un bot para ayudar en los esfuerzos pedagógicos de los maestros.
En una plática con Ricardo Arrojo, director de Tecnologías de la Información de la CUAED él asegura que el secreto en la aplicación de la inteligencia artificial está en las preguntas y el trabajo que se le asigna.
“Nosotros tenemos que darle contexto y un uso útil. Solo, todo ese conocimiento no sirve de nada, hay que ponerlo a trabajar. Pero necesitamos que ese trabajo tenga un fin útil”, dijo.
Y aquí la duda genuina ¿cuánto tiempo vamos a esperar para dar un marco legal a algo que nos va definir tanto en el futuro? Ojalá que no sea cuando la misma IA pueda redactar las leyes.
@Micmoya
