Vivir fuera del presupuesto es vivir en el error. Esa era una máxima primero del amigo de político priista y después de casi todos los políticos, que reflejaba sin mucho pudor un estilo de vida específico que llevaban él y un buen grupo de funcionarios de ese régimen.
En el periodo donde gobernaron los priistas, los políticos de otros partidos como el PAN o el PRD, quienes en ese entonces eran los políticos de oposición hablaban de la necesidad de una vocación de servicio, de que la intención de ocupar un puesto público no tenía otra cosa que ver más que una necesidad de ser útil a un país y a una causa.
Ninguno de los dos discursos se mantuvo durante mucho tiempo.
Ni los de la izquierda permanecieron solo observadores del país ni de la causa, y los que eran del régimen y ahora son oposición se detuvieron a dejar de criticar exactamente lo mismo que ellos usaron, gastaron y protagonizaron.
Los ejemplos son larguísimos. Este verano resultó complicado escoger cuál de los viajes al extranjero hechos por Ricardo Monreal, el hijo de Andrés Manuel López Obrador o algún otro diputado o secretario de Estado fueron más cuestionados.
O si queremos, podemos preguntar sobre el patrimonio o la dinámica de crecimiento de un funcionario que estuvo en la Asamblea Legislativa, en la Procuraduría del Trabajo y después en la división de aduanas con un patrimonio nada despreciable en relojes, pero que si nos atenemos a sus ingresos declarados los cargos públicos, no dan necesariamente las cuentas.
O podemos hablar del caso de dos legisladores de quienes se ha publicado en redes sociales fotos frecuentes con ropa, zapatos y joyería que no está puesta por escrito en su declaración patrimonial.
Razones para poder acceder a estas prendas o este tipo de cosas hay muchísimas, no está relacionado directamente con mal uso de recursos. Sin embargo, hace pensar la intención de llegar a un espacio de servicio público.
La idea de estar y pertenecer a la política tiene que ver ¿con qué?
Porque una vez que están en un cargo, las críticas desaparecieron y más bien parecía que lo que necesitaban únicamente era ese sitio para poder hacer las actividades que siempre estuvieron en las quejas en tribuna, en las críticas de campaña, en los discursos de la oposición.
La pregunta se vuelve relevante por los resultados que tenemos y las posibilidades que hay a futuro.
¿Qué hacemos entonces con la propuesta de disminuir el financiamiento a los partidos políticos en la nueva reforma electoral?
¿Es eso lo que necesitamos? Porque, y aquí viene mi duda genuina, ¿cómo hacemos para exigir a los políticos que cumplan con lo que diseñan cuando están fuera del presupuesto? y ¿cómo hacemos un llamado de atención cuando se alejan de lo prometido y se acercan mucho al dinero que criticaron en un principio?
La respuesta de esas preguntas deberían tener que ver con el diseño de los partidos y tener una voz en la siguiente discusión de la reforma electoral. Estamos tardando en encontrar espacios.
@Micmoya