Miriam Castillo

Kimberly desapareció el pasado 2 de octubre de 2025 en el Estado de México, después de que salió a hacer una tarea en un café internet cerca de su casa. Al mismo tiempo que la alerta ámber, empezó una entendible y frenética búsqueda por parte de sus familiares y sus compañeros de colegio, el CCH de Naucalpan.

Sus familiares han pedido por todos los medios posibles que la identifiquen, que la busquen, pero también han dicho en muchas, quizá demasiadas ocasiones que Kimberly no estaba de fiesta. Que desapareció mientras estudiaba, que estaba haciendo una tarea.

La atención en la búsqueda de Kimberly está, afortunadamente enfocada en ella, pero me provoca una sensación extraña esa necesidad de remarcar que no estaba de fiesta, de que no salió con nadie, que “no andaba en nada”. Como si tuviera que cumplir con todos esos requisitos para que se le busque sin reparos.

La ficha de búsqueda da sus datos generales: 16 años, mide 1.43 metros, pesa unos 41 kilos. Su cabello es castaño y lacio. Sus ojos cafés, medianos. Sus labios son delgados y su rostro es ovalado. Con eso basta o debería bastar para iniciar la búsqueda.

En las entrevistas, José Manuel, su papá, insiste que es una niña que estudia, que sus calificaciones son buenas. Que no da problemas. La familia no tendría por qué distraerse en eso. Parece que a nuestras jóvenes las podemos buscar con esa desesperación —con la que las deberíamos buscar siempre— solo cuando no se están divirtiendo. Aunque no deberíamos buscar solo a las chicas estudiosas, sino a todas las que faltan.

Según las cifras del Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas cada día se reporta la desaparición de 28 personas de entre 0 y 17 años. De todos los casos que se tiene registro, uno de cada cinco se reporta en el Estado de México.

A pesar de la frecuencia con la que pasan estos eventos, parece que las autoridades no tienen capacidades humanas ni operativas para responder con la velocidad que la familia necesita.

Los alumnos del CCH cerraron calles, han buscado en videos de cámaras de vigilancia y de lugares cercanos. Pidieron que las investigaciones se agilicen, que ya no desaparezcan más jóvenes.

Algunas chicas reclaman que justo en ese punto, uno que resulta ciego para la cámara de vigilancia, más de una vez se reportaron incidentes con hombres que están ahí. Y la historia es la misma, a veces alguien va con las autoridades y hace un reporte, los trámites son largos, no resulta en nada, hasta que algo pasa. Como le pasó a Kimberly.

La impotencia de Jaqueline, su mamá y José Manuel, su papá, es sobre todo porque parece que bastaron 15 minutos para que les cambiara la vida y la velocidad de la desaparición no es proporcional a la prisa de las autoridades en la búsqueda.

Y la duda genuina aquí es, ¿cómo hacemos para garantizar el derecho de que las jóvenes puedan salir a la calle? ¿Cómo hacemos para que dejen sus casas seguras y vuelvan del mismo modo, sin importar qué hicieron afuera?

 

     @Micmoya