Había un dicho entre las filas de los priistas de antaño, donde decían que la unanimidad es sospechosa. En un grupo amplio de posturas políticas, que todos tengan exactamente la misma opinión como si fuera uniforme escolar, daba a entender que quienes estaban de acuerdo no lo hacían público y la disidencia vendría sin avisar.

Otra cosa es la unidad, que se entendía como la capacidad de ubicar un mismo objetivo o una ruta hacia dónde caminar, casi siempre por un bien común. Ahí cabían otros puntos de vista, formas de alcanzar el objetivo.

No quiero que se confunda, las oposiciones no fueron una graciosa concesión. Muchas fueron ocupadas a punta de sudor y a veces sangre. Por eso creo que las disidencias y las voces distintas en los poderes que conforman un país son indispensables para medir la salud de una democracia.

Por eso la ceremonia de ayer del 108 aniversario de la Constitución de 1917 que se llevó a cabo en Querétaro, no es una ceremonia de festejo.

Hubo unidad con los gobernadores. Había diversidad de partidos y todos por igual reconocieron el trabajo de la Presidencia frente a la amenaza de los aranceles.

Nadie podría escatimar el logro y la pericia en las negociaciones que tuvo la Presidencia de México frente al reto. El reconocimiento a la presidenta Claudia Sheinbaum era merecido y tuvo congruencia el mensaje de unidad con un frente común a Estados Unidos, con Donald Trump con decisiones atolondradas.

Sin embargo, en la política interna hubo mensajes que borraron cualquier dignidad en disentir. Estar completamente de acuerdo con el régimen actual es la virtud principal en un partido que se creó en la oposición y de machacar las diferencias con quienes estaban en el poder (y que muchos apreciamos ese aporte).

Una muestra. El presidente de la Cámara de Diputados, como representante de un Poder, y no de una bancada, pronunció orgulloso:

“Cada que vamos a votar un tema en la Cámara de Diputados, en el tablero electrónico se refrenda el compromiso de la mayoría del pueblo”, dijo el diputado Sergio Gutiérrez Luna, presidente de la Mesa Directiva de la Cámara.

La maravilla de la Cámara de Diputados, al parecer, es su mayoría apabullante. No importa cómo o qué tienen que decir las oposiciones, incluso en asuntos de procedimiento, el ideal es un triunfo aplastante en una caja de voces como debería ser el Congreso.

Otro premio a la unanimidad fueron las tres ministras de la Suprema Corte que están compitiendo por repetir en el cargo. Estaban en primera fila, flanqueadas por el gabinete. No en el presídium, porque el resto del Poder Judicial estaba castigado.

Y aquí la duda genuina: ¿todos tenemos que llegar al bienestar del país por el mismo camino? ¿No podemos pensar que hay decisiones distintas a las que toma el partido en el poder? La intención general está clara: queremos un país fuerte y próspero. No estoy segura que solo haya un camino para llegar a él. Deberíamos poder escuchar a los otros que también vienen caminando.

 

      @Micmoya

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